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estamos seguros que este proyecto sera un recurso de gran importancia para todas y todos aquellos(as) jovenes futuros escritores(as) que inician en el mundo de las letras.

Consejo Editorial














miércoles, 30 de diciembre de 2009

TENDENCIAS RECIENTES DE LA CIENCIA DE LA HISTORIA

En las últimas décadas se ha notado en el mundo un renovado interés por la Historia. Diversos acontecimientos importantes, como las guerras mundiales del siglo XX, los movimientos de descolonización y liberación nacional, la Guerra Fría, el colapso del bloque socialista y últimamente el ataque a las torres gemelas y el enfrentamiento entre Estados Unidos y Al Qaeda, así como la invasión a Irak, han provocado un incremento de la producción historiográfica, y además, el campo de estudio de la Historia ha sido incorporado como enseñanza obligatoria en todos los niveles del sistema educativo.

Este interés por el pasado estuvo marcado también por dos momentos que en el siglo XX revitalizaron el campo del estudio de la Historia, que fueron la influencia de la “Escuela de los Annales” y la corriente del Estructuralismo, que le proporcionaron a la Historia su cariz científico. En efecto, los Annales, con sus principales exponentes, Lucien Febvre y Marc Bloch, asumieron el estudio de la Historia desde temáticas más globales, y además, debatieron conceptualmente el tema proponiendo que la Historia se debía definir como “La ciencia que estudia el pasado pare entender el presente”; del mismo modo, veían a la Historia Social como la síntesis histórica global, es decir, debería estudiar desde los acontecimientos políticos y económicos, hasta los sociales, la vida cotidiana y las mentalidades colectivas. Por su parte, con el Estructuralismo fue relevante el aporte de Louis Althusser y su obra sobre las ideologías y su influencia en el acontecer histórico de las sociedades . En ella, Althusser proponía que en el discurso histórico, la Historia había sido utilizada como “arma ideológica” por parte de las élites, quienes construyeron visiones del pasado adecuadas con sus valores y principios con la finalidad de mantener el control social, o sea la llamada “Historia Discurso de poder”, por ello, de acuerdo a Althusser, era necesario construir una nueva Historia, una “Historia crítica”, que representara los discursos de los sectores populares. En ese sentido, La “Historia crítica”, en términos generales, implica el rechazo a la Historia oficial, la desmitificación imprescindible de la misma y la construcción de otra historia alternativa, con una visión más dinámica, popular, masiva y completa hasta donde sea posible; en otras palabras, la “Historia crítica”, a diferencia de la “Historia Discurso de Poder”, es la historia de y hecha por el pueblo, por las masas o por los representantes de ella.

Hay que indicar que en América Latina, tanto los Annales como el Estructuralismo y la “Historia crítica” tuvieron impacto e influencia en el desarrollo de la historiografía regional, pero sin duda, en la segunda mitad del siglo XIX, fue los Annales la que logró mayor difusión, merced a que muchos historiadores fueron a estudiar a Francia y otros países europeos, ya sea en su condición de becarios o como exiliados políticos, quienes regresaron posteriormente a la región y empezaron a divulgar nuevas perspectivas temáticas y metodológicas. Un aspecto importante fue que el estudio de las mentalidades o del imaginario colectivo empezó a tomar relevancia, en detrimento de la tradicional visión de la Historia, que solo asignaba importancia a los aspectos políticos o económicos.

De este modo, la Escuela de los Annales, a través de la corriente de la Historia de las Mentalidades, tuvo una decisiva impronta en esta nueva Historia, encaminando los estudios desde los años sesenta del siglo XX hacia otros derroteros con la aportación de dos de sus principales representantes: Georges Duby y Robert Mandrou. El último analizó la cultura popular de los siglos XVII y XVIII y acabó por investigar la brujería en el siglo XVII, mientras el primero se consagró desde 1966 a descubrir la mentalidad medieval: el arte y la muerte, el amor y el matrimonio, el parentesco y la familia, la caballería y la vulgarización cultural. El esfuerzo culminó en 1978, con la publicación de Los tres Órdenes o lo imaginario del feudalismo; que devela una ideología que concebía un mundo feudal trinitario, constituido por el que reza, el que guerrea y el que cultiva o labora .

Desde entonces, el estudio de las mentalidades, el imaginario y la vida cotidiana empezó a tomar fuerza en los estudios históricos, lo cual fue favorecido por el contacto con otras disciplinas sociales como la sociología, la psicología social, la antropología y la filosofía. Así, aparecieron otros historiadores que adoptaron esta tendencia como Jean Louis Flandrin (estudioso de la familia, el matrimonio, la sexualidad); Michel Vovelle (estudioso de la muerte, la locura, las fiestas y las diversiones) etcétera. Paralelamente, se fue desarrollando una extensa bibliografía en temas como sexualidad y el matrimonio (Boswell, Shortter, Brown, Corbin, Goody etcétera), con un subcampo que se ocupa de la familia (Flandrin, Stone, Laslett) y otro de la infancia (con estudios sobre el parto (Gelis, Forbes, Pancino) el amamantamiento (Fildes); la situación del niño en la familia y su primera educación etcétera. Hay investigaciones específicas sobre las enfermedades, que van desde las dedicadas a una concreta, como la peste negra (Biraben), el cólera (Pelling, Delaporte), la tuberculosis; hasta las de carácter más general, sin olvidar los libros sobre la locura (Foucault, Porter, ), la muerte (Aries, Vovelle, Chaunu) etcétera.

Asimismo, también se ha desarrollado la Historia del proceso de Urbanización (De Vries, Bairoch), así como la Historia de la Pobreza y el trato dispensado a los pobres (Woolf, Guitton), la Historia de la Marginalidad (Geremek), la Historia de las Cárceles (Foucault, Ignatieff, Spierenburg), la Historia del Pecado (Delumeau), la Historia de la Comida (Teuteberg), la Historia del Vestido etcétera.

En el caso de Honduras, desde los años ochenta del siglo XX, varios historiadores e historiadoras, empezaron a aportar estudios que se desviaban de las tradicionales versiones de la Historia, que se centraban en estudiar los procesos históricos hondureños a partir de la “Teoría de la Dependencia” y la formación del enclave bananero, y empezaron a estudiar fenómenos de la vida cotidiana, las mentalidades colectivas y la “Nueva Historia cultural” . Uno de los campos de más rápido crecimiento en los últimos años ha sido el de la Historia de Las Mujeres, que ya se ha transformado -antes de consolidarse- en la Historia del Género. En Honduras, Leticia de Oyuela, Breny Mendoza y Rocío Tábora han hecho aportaciones valiosas en este sentido.

El tema de la religiosidad popular y las diversiones, fiestas, carnavales y ferias patronales en Honduras tiene como pioneros a Doña Leticia de Oyuela , y recientemente, Kevin Rubén Ávalos . Por su parte, la sexualidad, especialmente aquella referida a los delitos sexuales como el amancebamiento para el periodo colonial, ha sido investigada por Omar Aquiles Valladares .

En cuanto a estudios sobre el desarrollo urbano y los imaginarios en torno a los espacios y la relación entre los lugares y la identidad local y nacional, ha sido abordado por Daniela Navarrete Melghen, con su trabajo titulado Tegucigalpa, espejismo de la Modernidad: el impacto de los discursos liberal (s. XIX) y neoliberal (s. XX) en la capital de Honduras .

Por otro lado, el fenómeno de la “Historia de la lectura” en Honduras, y sus relaciones con la construcción de la cultura nacional y la conformación de una “clase letrada” como gestora de los proyectos de identidad nacional, ha sido analizado por Jorge Alberto Amaya, con su estudio Historia de la lectura en Honduras: libros, lectores, bibliotecas, librerías, clase letrada y la nación imaginada en Honduras. 1876-1930 .

Del mismo modo, Mario Posas ha estudiado algunos aspectos interesantes de la vida cotidiana en los poblados de las compañías bananeras, como las diversiones, la vivienda o barracón, el alcoholismo, la violencia y la influencia de la cultura norteamericana en dicha región.

El tema de las comidas y bebidas, y su relación con la construcción de procesos de identidad nacional fue estudiado por Pompeyo del Valle, quien escribió Comer y beber en Honduras , un trabajo precursor en este campo. Más recientemente, la Universidad José Cecilio del Valle realizó una investigación sobre uno de los restaurantes más emblemáticos y añorados de la historia de Tegucigalpa, el “Chico Club”, que hacia mediados del siglo XX fue el restaurante más selecto de la ciudad, y era el punto de reunión de políticos, intelectuales y periodistas en los gobiernos de Tiburcio Carías (1933-1949) y Juan Manuel Gálvez (1949-1954) . La historia del deporte, especialmente la referida al equipo de fútbol más popular del país -el Olimpia-, fue escrita por Ángel Ramón “Mon” Paz, titulada Historia del Club Olimpia . De igual manera, el estudio sobre las prácticas de la vida y la muerte, es decir, las experiencias y prácticas en torno al parto, los bautizos, el compadrazgo, la agonía, la muerte, los velorios, el efecto del hijillo y la creencia de que salen los muertos, etcétera, fue examinada por el jesuita guatemalteco Ricardo Falla en un trabajo titulado Esa muerte que nos hace vivir , aunque fue escrito en un contexto más amplio referido al área centroamericana.

Sobre los proyectos de construcción nacional y de identidad nacional, un estudio pionero y que arrancó toda una línea de investigación en el país fue el de Marvin Barahona acerca de la identidad nacional . En efecto, a partir de ese aporte, otros escritores hondureños como Darío Euraque, Rodolfo Pastor Fasquelle, Leticia de Oyuela, Rolando Sierra, Mario Felipe Martínez, Olga Joya, Ramón Romero, Óscar Rápalo, Jorge Alberto Amaya, Héctor Leyva, Mario Gallardo, Francesca Randazzo, Elizet Payne, Ethel García Buchard y otros, han contribuido con investigaciones sobre el proceso de construcción de la nación y la identidad nacional en Honduras. También, vinculada con esta línea de investigación, fueron importantes las contribuciones de Atanasio Herranz sobre el español hablado en Honduras, así como sus estudios acerca de las lenguas indígenas en el país, como el lenca y el garífuna .

En lo referente a la literatura oral, se han hecho algunos avances importantes. Por ejemplo, en los años 80, la Carrera de Letras de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), emprendió una serie de talleres con la finalidad que los alumnos rescataran las tradiciones orales de las comunidades étnicas del país, especialmente entre los lencas y los negros garífunas. El resultado más notable de ese esfuerzo fue la publicación del libro Tradición oral indígena de Yamaranguila , un trabajo colectivo donde se recuperaron y analizaron una serie de leyendas, cuentos y tradiciones de las comunidades lencas de la región centro-occidental del país. Por medio de la investigación cualitativa, el equipo de investigadores recopiló a través de muchos informantes lencas -hombres y mujeres- una serie de relatos en torno a personajes míticos como el “Sisimite”, “La Sucia o Siguanaba”, “el Diablo”, “El Duende” y otros más, así como de personajes reales como “Lempira”, que aparece encarnado como un personaje cargado de simbolismos dentro de mitos, leyendas e historias de la colectividad lenca. Igualmente, es esencial el trabajo de Mario Ardón Mejía, quien ha estudiado también la literatura oral hondureña, en obras como Pedro Urdimales , donde reseña la presencia de dicho personaje en la tradición oral, y sobre todo, en su obra Folklore literario hondureño , donde analiza cada una de las fuentes de la literatura oral del país, como ser el cuento popular tradicional, el mito, la leyenda, el chiste, el caso y la perra .

Como puede verse, en Honduras se han explorado en los últimos años una serie de temáticas referidas a las mentalidades colectivas, como la historia de la mujer, las diversiones, el fútbol, la lectura, la muerte, la violencia, la religiosidad popular, las comidas, etcétera, sin embargo, también hay que apuntar algunos estudios realizados más bien en la perspectiva de la “Historia crítica” sugerida por Althusser en sus trabajos sobre las ideologías. En efecto, como resultado de los procesos de represión política vividos por el país en la década de los ochenta durante la “Guerra de Baja Intensidad”, varios historiadores comenzaron a asumir un papel crítico en torno a la “Historia oficial” y se dieron a la tarea de revisar el pasado que no tomaba en cuenta el papel de muchos sectores “anónimos”, que nunca habían sido tomados en cuenta por la Historia oficial -o que sí lo hacía, solo era para justificar su dominación- como por ejemplo los sindicatos, los obreros, campesinos, las mujeres, las etnias etcétera. Algunos de esos productos fueron -en el caso de la historia de Honduras- los trabajos de Marvin Barahona y Mario Argueta sobre la huelga bananera de 1954 , episodio que en la historiografía oficial era comúnmente echado al olvido y que ahora, en la pluma de estos autores reivindicaba el significado de ese proceso en la historia contemporánea del país.

Por su parte, algunos intelectuales garífunas empezaron a “reinterpretar” la historia de su pueblo desde perspectivas más críticas y comprometidas y desde el marco de su propia cultura, como por ejemplo Salvador Suazo, quien publicó Los deportados de San Vicente , y Santos Centeno, con Historia del movimiento negro hondureño , con lo cual, empezaron a producir “contranarrativas” o “contradiscursos” a las etnohistorias escritas sobre los garífunas por parte de los académicos norteamericanos y latinoamericanos, aportando por ende visiones de la historia más críticas y enriquecedoras.

Finalmente, es importante agregar que además de la difusión de trabajos históricos enmarcados en las corrientes de la “Historia de las mentalidades” y la “Historia cultural” en el país, también se están realizando avances en otra perspectiva que está tomando fuerza en la ciencia de la Historia, nos referimos a los estudios sobre la “Memoria histórica”, los cuales están de moda tanto en Europa como en Estados Unidos y América Latina. El interés académico por este asunto se reveló y fomentó con la publicación, entre 1984 y 1993, de siete volúmenes publicados por el intelectual y editor francés Pierre Nora bajo el título Les lieus de mémorie, que se ocupaban de la “Memoria nacional” de Francia. Desde entonces, se han publicado en Italia, Alemania, Estados Unidos y otros países proyectos colectivos similares al de Nora. Hoy en día, películas y programas televisivos constatan el gran interés por el estudio de la “Memoria Histórica” .

Por otro lado, es importante añadir que la Memoria histórica es definida como el conjunto de experiencias colectivas vividas por un grupo en el pasado, racionalizadas en forma de “Memoria histórica”, y que aportan a todo grupo un punto de partida compartido para cualquier movilización en el que lo intelectual se mezcla con lo emotivo-vivencial y lo racional con lo mítico o simbólico . Así, la Memoria histórica es tanto un elemento incentivador de la rebeldía como disuador de ella, puesto que los fracasos del pasado actúan como agentes desmovilizadores. Así, Peter Burke sostiene que de acuerdo al grado o naturaleza de los acontecimientos vividos en el pasado por una colectividad, se pueden gestar diferentes actitudes o “Memorias históricas”, entre ellas, a) el fatalismo, b) las actitudes moralistas, c) el tradicionalismo, d) el radicalismo y e) el misticismo.

En el caso específico de la historiografía hondureña, dos aportes sustanciales son el de la historiadora española Noelia de Pablo, quien actualmente ha abordado el tema en su tesis doctoral Recuperando la Memoria: Honduras en la década perdida , así como algunos estudios realizados por organizaciones defensoras de los Derechos Humanos como el Comité de Derechos Humanos en Honduras (CODEH) y el Comité de Familiares de Detenidos y Desaparecidos de Honduras (COFADDEH), quienes han realizado investigaciones y publicaciones sobre las violaciones, torturas y desapariciones sufridas por hondureños en los años ochenta para justificar la necesidad de recuperar esa memoria histórica para que esos infaustos hechos no vuelvan a ocurrir en la historia del país.

Otro fenómeno que ha marcado algunos estudios y proyectos para la recuperación de la Memoria histórica es el recuerdo e impacto del Huracán Mitch, que marcó un punto de inflexión en la historia del país. Algunos de esos resultados son por ejemplo el Informe De Desarrollo Humano, 1999. El impacto humano de un huracán , elaborado y publicado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), y el cual estuvo totalmente dedicado a analizar el impacto social, económico e histórico del fenómeno natural en el país. Asimismo, fue importante el libro Después del Mitch: una nueva Honduras se levanta/Alter Mitch: a New Honduras Arises , publicado por la Casa Presidencial en 1999, el cual resultó ser un impactante testimonio gráfico del desastre. Más recientemente, el Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH), trabaja en la planificación de un proyecto para conmemorar en el 2008 el décimo aniversario del paso del Huracán Mitch por Honduras, con la finalidad de recuperar la memoria visual y testimonial; en este sentido, se pretende exponer las fotografías, videos, artículos y relatos de la gente que padeció el desastre, ya sea perdiendo vidas familiares o sus bienes.

Como se ha visto, en Honduras, de manera incipiente, la historiografía se ha ido enriqueciendo con el aporte de visiones que retoman perspectivas más recientes de la Historia, como las “Mentalidades colectivas”, los “La Historia cultural” y la “Memoria histórica”, todo lo cual viene a revitalizar el discurso histórico que dominó desde el siglo XIX en el país, que era más bien una “Historia de bronce” -tal como la ha denominado Luis González, Rolando Sierra y otros autores, en donde destacaban solamente las figuras de los prohombres como Morazán, Valle y Herrera.




BIBLIOGRAFÍA

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26) UNIVERSIDAD JOSÉ CECILIO DEL VALLE, (2006), El Chico Club: Un restaurante de Joaquín Blanco y Josefina Blanco, Tegucigalpa, Litografía López, 1ª edición.
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Dr Jorge Amaya

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